Para entender bien lo que está pasando en el Ártico, lo primero que hay que hacer es olvidarse del falso mapa del mundo que todos llevamos en la cabeza.
La Tierra es una esfera y los mapas son planos, así que para representar el globo terráqueo nos vemos forzados a extenderlo sobre una hoja, dibujando una representación desvirtuada de la realidad.
La mayoría de los mapamundi logran representar bien la parte central del planeta, pero los polos quedan totalmente deformados.
Y así, para la mayoría de la gente el Ártico es esa cosa rara que está arriba, una franja blanca que no se sabe bien qué es, con qué limita y cómo acaba.
Tenemos tan interiorizada la falsa proyección de los mapas que cuesta asumir que Alaska no está en el lado opuesto al extremo de Siberia, sino justo al lado, las costas del norte de Canadá miran a las de Siberia y Noruega está a tiro de piedra de Groenlandia.
En realidad, el Ártico es un gran océano circular cercado por masas de Tierra.
Para el oceanógrafo Carlos Duarte, un investigador del CSIC que ha realizado múltiples viajes a las regiones polares y que acaba de regresar de una expedición científica a las islas Svalbard llamada Arctic Tipping Points (Cambios Abruptos en el Ártico), esta es una de las primeras falsas percepciones que tenemos sobre esa parte del planeta.
Porque habría que ver al Ártico, asegura Duarte, como una especie de Mediterráneo, un mar interior rodeado por continentes y abierto por unos pequeños estrechos que lo comunican con el Atlántico y el Pacífico.
En esas aguas se miran varias naciones, algunas de ellas las más poderosas del mundo, separadas por una gran masa de hielo que flota sobre el agua.
Hasta ahora. Porque el Ártico está cambiando y lo que antes era una barrera infranqueable está abriéndose por todos los lados.
El cambio climático está haciendo desaparecer a toda velocidad los hielos boreales y con ello se están abriendo nuevas rutas de navegación y la posibilidad de explotar recursos como la pesca, los minerales y los hidrocarburos del fondo marino.
Los países ribereños, Rusia, EEUU, Canadá, Noruega y Dinamarca están negociando sus límites fronterizos en esas aguas. Y algunos ya han empezado a extraer el oro negro.
Hay prospecciones de gas en Groenlandia, y Noruega ya saca hidrocarburos en su territorio más norteño, que está más allá del Círculo Polar Ártico.
La aceleración de la fusión del hielo ha superado las más aventuradas predicciones de los climatólogos.
En septiembre de 2007, el Ártico vio la menor extensión de hielo conocida por el hombre.
El casquete helado se redujo a 4,3 millones de kilómetros cuadrados, un 40% menos de la media de 1979-2000 y prácticamente la mitad de lo que era en 1979, cuando se empezaron a tomar mediciones por satélite.
Este 2011 va también camino de récord y, en el mes de mayo, el hielo estaba 800.000 kilómetros cuadrados por debajo de la media.
Hace años, los científicos decían que el cambio climático podría dejar el Polo Norte sin hielo veraniego hacia 2100. Ahora, hay estudios que aventuran que eso ocurrirá en 2030-2040. Y los más arrojados apuntan incluso a 2018.
En los últimos cinco años han quedado abiertos en verano por primera vez dos míticos pasos nunca antes encontrados, el del Noroeste y el del Noreste, que permiten ir del Atlántico al Pacífico por el norte de Canadá y por el norte de Siberia, respectivamente.
Para Carlos Duarte, es muy posible que veamos convertido el Ártico en algo así como el Báltico, «un mar que tiene hielo durante el invierno, pero que después lo pierde y se hace navegable durante meses».
La ciudad más grande del Círculo Polar
Para hacerse una idea de cómo puede ser el Ártico en un futuro cercano un buen observatorio es la ciudad noruega de Tromso, la localidad más grande de todo el mundo situada más allá del Círculo Polar Ártico (que empieza en los 66 grados de latitud norte).
Aquí, a los 70 grados norte, no hace tanto frío como cabe esperar.
Al menos no en el mes de junio. Porque en el puerto, donde las viejas casas de madera pintadas de color conviven con brillantes mastodontes de vidrio y cemento, los paseantes se atreven a caminar en pantalón corto y camiseta mientras se calientan a un sol que eleva las temperaturas hasta los 20 grados.
Tienen tiempo para hacerlo, porque en esta época la luz no se va en 24 horas.
Luce el sol de medianoche y uno puede ver cómo la nieve se derrite a toda prisa en las cumbres cercanas mientras los bosques de abedules y serbales estallan en una primavera retrasada pero llena de energía.
Al sentir este clima veraniego se empieza a comprender por qué Tromso es conocida como la puerta del Ártico.
Porque aunque está realmente elevada en el mapa, más al norte que toda Islandia, al mismo nivel que las heladas costas del alto Canadá o de Groenlandia, donde apenas vive nadie, aquí hay una localidad de 70.000 personas, dotada con aeropuerto, ferrys, carreteras, una universidad con 8.000 alumnos y varias decenas de empresas e institutos de I+D.
Pero no, no es por el cambio climático. El 'amable' ambiente de Tromso se debe a algo sabido de antiguo: gracias a que la Corriente del Atlántico Norte pasa junto a estas costas llevando agua del Ecuador al Polo, el área se beneficia de un clima inusualmente benigno. El mar está libre de hielos buena parte del año y eso es lo que permitió que la zona se poblara hace miles de años y que Tromso fuera la histórica rampa de salida hacia el gran norte.
De aquí salieron los exploradores Nansen y Amundsen en sus viajes al Polo Norte a principios del siglo XX y por aquí han pasado todos los que desde entonces han intentado llegar de la forma más rápida al último rincón del planeta.
En Tromso hay personas de 130 países distintos, y esto se explica por un motivo que todos entienden en tiempos de crisis: trabajo y prosperidad.
Todo el norte de Noruega nada en dos fuentes de riqueza. Una es el pescado y, otra, el petróleo. Desde 1971, el país ha estado sacando hidrocarburos del Mar del Norte. Ahora, la industria está subiendo al norte. Hacia el Ártico.
Debate entre explotación o conservación
En un encuentro para periodistas europeos y estadounidenses organizado en Noruega por el Center for Strategic and International Studies de Washington, elmundo.es se ha reunido con algunas autoridades del país escandinavo, que explican su política sobre el Ártico.
Para Jonas Gahr Store, ministro de Asuntos Exteriores de Noruega, no hay duda de que el Ártico está cambiando: «El hielo se está derritiendo, dura menos y está perdiendo espesor, y el fenómeno está yendo más rápido de lo que habían previsto las proyecciones científicas más elevadas.
El aumento de temperaturas en el Ártico duplica a la media del planeta».
Y lo que eso supone es que también se abren nuevas posibilidades para la navegación y para la explotación de petróleo y gas.
Hay que tener en cuenta que, según los cálculos del U.S. Geological Survey, se estima que el 22% de las reservas de hidrocarburos del mundo que faltan por descubrir se encuentran en los fondos marinos del Ártico.
En las aguas del Polo Norte se cree que yace el 13% del petróleo y el 30% de las reservas del gas inexploradas.
Noruega, que es ya el segundo exportador de gas del mundo y el séptimo de petróleo, estima que tiene aseguradas reservas para muchas décadas.
La disputa por las fronteras
Todas esas riquezas del Ártico están, jurídicamente hablando, al albur de los deseos de un puñado de naciones.
A diferencia de la Antártida, que está protegida de toda actividad económica y militar por un tratado internacional firmado en 1959, el Océano Ártico carece de toda regulación. La Antártida es un continente cubierto de hielo.
El Ártico es sólo un mar, pero de un tamaño enorme. Son 14 millones de kilómetros cuadrados (como 28 veces España) que han estado libres de toda intervención sólo por el hielo flotante. Ahora, las naciones ribereñas pretenden esgrimir derechos sobre los fondos marinos y sus recursos.
En ausencia de toda legislación particular, la norma que rige es la Convención de la ONU del Derecho del Mar, que data de 1982.
Esta permite que los países puedan reclamar una zona económica por encima de las 200 millas náuticas (370 kilómetros) que corresponden a sus aguas territoriales.
Y pueden elevar esta cifra hasta las 350 millas si su plataforma continental se prolonga más allá de esos límites.
De este modo, sólo los que se asoman a las aguas del Ártico están en disposición de reclamarlo como suyo.
Y Rusia, Canadá, EEUU, Dinamarca (que controla Groenlandia) y Noruega, han aumentado en los últimos años las gestiones para definir sus límites. EEUU es el único Estado que no había firmado esa convención de la ONU, pero la secretaria de Estado Hillary Clinton ya ha dejado saber que está a punto de hacerlo para no perder la oportunidad de reclamar su trozo del Ártico.
La batalla diplomática tiene un fondo argumental científico.
Primero hay que demostrar que la plataforma continental se extiende hacia el norte.Todos han presentando resultados geológicos que prueban que su control sobre el Ártico puede ir lo más lejos posible.
Sólo el centro que rodea al Polo Norte quedaría lejos de sus reclamaciones, pero lo demás estaría bajo control de los cincos grandes del Ártico.
Curiosamente, la legislación de la ONU no da derechos sobre las aguas, sino sólo sobre esa plataforma continental que se entiende como propiedad de los estados.
Es decir, sólo sería suyo el fondo marino. Pero es ahí donde está la riqueza.
El organimo internacional más importante en la geoestrategia del Polo Norte es el Arctic Council.
Es un órgano constituido en 1996 al que pertenecen los cinco grandes más Suecia, Finlandia e Islandia y que se creó para promover la cooperación, la coordinación y la interacción entre los estados cercanos al Ártico.
El Arctic Council no es más que un foro de encuentro.
No tiene capacidad normativa ni regulatoria.
De hecho, ni siquiera ha servido para que Suecia, Finlandia e Islandia consigan una cesión de derechos territoriales de sus cinco grandes colegas.
Un punto estratégico internacional
La opinión pública mundial suele fijarse habitualmente en otro puntos 'calientes' del globo y suele pasar por alto que, en los últimos años, el Polo Norte se ha convertido en el centro de una batalla geoestratégica de alto nivel. Las potencias árticas llevan años reuniéndose para repartirse el pastel ártico.
Y la ciudad noruega de Tromso está el epicentro de esa batalla diplomática pues es donde el Arctic Council acaba de instalar su oficina permanente. Karsten Klespvik, el embajador noruego ante esa institución internacional, explica a elmundo.es la posición de este organismo sobre lo que ocurre en el Ártico.
"Los cambios que hemos visto eson dramáticos.
El hielo se ha reducido muy rápido.
En Groenlandia, el casquete helado se está derritiendo y el hielo en el mar se hace cada vez más delgado", afirma.
Esto supone, según él, que el calentamiento "va a permitir extraer gas y petróleo del fondo marino, sacar minerales, acceder a nuevos bancos de pesca, aumentar las rutas de transporte e incrementar el turismo y el tránsito de personas".
Para él no cabe duda de que el calentamiento global es una oportunidad:
"Hace cientos de años, los noruegos fueron a vivir a Groenlandia y, tiempo después, acabaron muriendo todos congelados.
Ahora, con el aumento de temperaturas recientes, está habiendo agricultura por primera vez en esa isla. No cabe duda de que para ellos el cambio climático es una oportunidad muy grande".
Sobre quién tiene los derechos del Ártico, Karsten Klespvik es claro.
Para él, el marco vigente es el de la Convención de la ONU del Derecho del Mar, que concede la potestad a los estados ribereños:
"No necesitamos un Tratado Ártico. Nos vale simplemente trazar nuevas normas dentro del marco jurídico actual".
Pero también reconoce que ese marco deja las manos libres a los estados y que, por tanto, lo que cada uno haga en el Ártico dependerá de cómo quiera ejercer su soberanía:
"El Arctic Council no es un organismo de mando ni puede hacer imposiciones legalmente vinculantes.
Todo tiene que ser llevado a cabo por las naciones.
Por tanto no podemos poner normas ambientales o estándares de trabajo para algunas operaciones", afirma.
Cerrar las disputas territoriales entre los cinco países implicados es, por tanto, fundamental para poder empezar a actuar en el Ártico.
En ese sentido, el ministro noruego de Exteriores, Jonas Gahr Store, considera un éxito, por ejemplo, el acuerdo recién firmado entre Rusia y Noruega que pone fin a 40 años de litigio fronterizo en el mar de Barents, en pleno Círculo Polar. Eso va a permitir seguir explorando en busca de petróleo en esas aguas glaciares.
El titular de exteriores también hablar de navegación, y cuando se refiere a ello no habla sólo de hacerlo por las orillas, sino incluso a través del Polo Norte:
"Se predice ahora que en 2040 podremos ir navegando en verano a través del centro del Ártico, no bordeándolo", afirma el responsable de Exteriores noruego.
Estas rutas acortan en más de un 30% las tradicionales vías para ir desde Europa y América hasta Asia, ahorrando tiempo y dinero y evitando otras vías de Asia y África que están siendo cada día más peligrosas por la piratería.
Por ello, Rusia, que ya tenía una anticuada flota de 15 rompehielos atómicos heredada de la URSS, ha empezado ya la construcción de seis nuevos buques más.
Dudas científicas sobre los riesgos
Sin embargo, científicos y ecologistas temen que esa actividad industrial dañe áreas que se han mantenido libres de la actividad humana hasta ahora. A finales de mayo y principios de junio, precisamente, se libró una batalla en Groenlandia cuando activistas de Greenpeace intentaron bloquear las prospecciones de gas que la empresa canadiense Cairn Energy lleva a cabo al oeste de la isla, una región autónoma dependiente de Dinamarca. Los 20 activistas fueron detenidos y las operaciones continuaron.
Para el ministro noruego de Exteriores, Groenlandia está en su derecho de autorizar esas prospecciones:«No hay razón para que el resto del mundo le diga a Groenlandia lo que tiene que hacer», asegura. «Noruega está extrayendo gas al norte del Círculo Polar y, de hecho, más al norte de las exploraciones que se están haciendo ahora en Groenlandia», añade. «La mayoría de la gente cree que se quiere perforar en el Polo Norte, pero eso son aguas internacionales, como las de la mitad del Atlántico.
Los yacimientos están cerca de la costa en áreas reconocibles en el mapa», aclara el ministro de Exteriores, quien añade que el país ya está extrayendo gas en los 70º de latitud, cuando los 66º son la línea geográfica del Círculo Polar.
Según explica Ole Andras Lindseth, director general del Ministerio del Petróleo y la Energía de Noruega, el yacimiento más lejano está a 150 kilómetros de la costa noruega y la profundidad máxima a la que se perfora son los 800 metros de profundidad.
El responsable de Energía recuerda que los estándares ambientales de la industria del petróleo en Noruega son «los más exigentes del mundo». Intentan minimizar el impacto directo sobre el entorno marino. Pretenden también reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con proyectos pioneros de captura de CO2.
Respecto a la seguridad, Ole Andras afirma que «la probabilidad de accidente no es mayor o menor que en el resto del mundo», pero sí admite que las consecuencias serían distintas, ya que el casquete helado es sensible y tiene gran riqueza biológica y además las frías temperaturas harían que un vertido tardara más en descomponerse.
Al oceanógrafo Carlos Duarte le preocupa el peligro directo sobre los frágiles ecosistemas del Polo Norte que representa la actividad humana, pero también le parece una cruel paradoja el hecho de que la quema de combustibles fósiles esté provocando la fusión del Ártico y que ese deshielo, a su vez, esté permitiendo la búsqueda de más petróleo, lo que alimenta el proceso.
Para Ole Andreas Lindseth, esa paradoja es fruto de la sociedad en la que vivimos:
«De todas las gráficas que podría mostrarle, la más relevante es la de las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía, que señala que en 2035 necesitaremos un 44% más de gas. Vamos a tener que satisfacer esa demanda y lo que hay que hacer es atenderla «de una forma eficiente y limpia, apostando por las mejores técnicas y por la captura de los gases», dice. Para él, el objetivo último es "construir una sociedad sostenible en el Ártico".
Y si se le pregunta al responsable de Petróleo y Energía noruego por qué hay que civilizar una de las zonas más remotas del planeta su respuesta es rotunda:
"Hay que hacer una sociedad sostenible en el Ártico porque ya hay millones de personas viviendo en él y quieren trabajo, prosperidad y tener una vida.
¿Qué vamos a hacer ¿Dejarlo solo para cuestiones ambientales o tratarlo como una región más del mundo?".
El futuro de la sociedad ártica
Pero quizá no sea tan fácil crear una sociedad sostenible en el Ártico. Los científicos advierten que el cambio climático es un proceso complejo y sometido a fenómenos de aceleración y retroalimentación.
Cuando una de las piezas del sistema climático se altera, su efecto sobre el resto puede ser mayor de lo esperado.
Es lo que ocurre por ejemplo con la fusión de los hielos marinos.
El hielo blanco refleja la mayor parte de la luz solar y tiene un efecto refrigerador sobre el planeta. Sin embargo, las aguas oscuras captan mucho más calor.
De este modo, cuanto más hielo se funde, más agua queda expuesta y más rápidamente se calienta el mar.
Esto ha llevado al Ártico a la acelerada fusión que sufre en las últimas décadas, que supera toda expectativa.
El oceanógrafo Carlos Duarte está ahora mismo volcado en el estudio de esos motores de cambio del sistema climático.
La expedición Arctic Tipping Points del CSIC ha estudiado precisamente esos elementos que tienen la virtud de provocar un cambio a gran escala.
Según Duarte, los cambios pueden ser graduales, hasta que se llega a un umbral límite, un punto de no retorno en el que el calentamiento empieza a acelarse y ya no hay vuelta atrás.
El pasado mes de enero se celebró en Tromso el congreso internacional Arctic Frontiers al que acudieron científicos y políticos de las naciones árticas.
El cartel anunciador de ese congreso definía muy bien lo que son los 'tipping points': mostraba fichas de dominó cayendo en cadena.
Según Duarte, de los 14 elementos capaces de causar inestabilidades y cambios abruptos en el planeta, seis se encuentran en el Ártico.
La pérdida de hielo marino aumentará el calentamiento del agua; el retroceso del casquete helado de Groenlandia hará que aumente el nivel del mar; el aumento de temperatura en sedimentos marinos y en los suelos puede liberar los hidratos de metano atrapados en ellos provocando la emisión de grandes cantidades de un gas como el metano con un fuerte efecto invernadero; la fusión de hielo en tierra hace que llegue más agua dulce al mar, lo que puede alterar las corrientes marinas que distribuyen el calor por todo el planeta; y la subida de temperaturas provoca la muerte del bosque boreal y la desecación de turberas, lo que es un foco de incendios y grandes liberaciones de CO2; y, por último, el calentemiento de la tundra y el permafrost (o suelo permanentemente helado) puede liberar grandes cantidades de gases de efecto invernadero retenidos allí.
Si seguimos quemando combustibles fósiles, todos estos procesos seguirán aumentando.
Y el cambio climático podrá adquirir tal virulencia que alterará el bienestar en todo el planeta y también en el propio Ártico.
Un Polo Norte totalmente desprovisto de hielo será una región sometida a un cambio tan radical que será difícil asegurar la permanencia de los recursos vivos marinos o terrestres.
Ni siquiera se puede asegurar que vaya a tener una meteorología que permita vivir con normalidad.
El mundo está atrapado entre su sed de petróleo y los problemas que este le causa.
El Ártico, ahora, es el último escenario de ese dilema hamletiano. Y todos formamos parte de él.
El ministro de Exteriores noruego lo expresa tajantemente: «El 34% del gas que consume Europa es noruego y nosotros le vendemos a Europa el 95% de lo que exportamos. Dependemos unos de otros».
El petróleo en Noruega
- El US Geological Survey dice que en el Ártico se encuentra el 22% de las reservas estimadas de hidrocarburos del mundo. Se cree que allí está el 13% del petróleo por descubrir y el 30% de las reservas del gas inexploradas.Por el momento, quien ha encontrado la gallina de los huevos de oro es Noruega.Sus pozos en el Mar del Norte la han convertido en el séptimo exportador de petróleo del mundo y en el segundo de gas. Ahora, está ampliando la explotación al Círculo Polar Ártico.
- Hay un control estatal sobre la explotación del petróleo que obliga a las compañías privadas que explotan los yacimientos a ceder un porcentaje elevado de los beneficios a Noruega.
- El estado ingresa estes dinero en un fondo especial que ya ha acumulado 300.000 millones de dólares.
- Esa hucha noruega asegura la estabilidad de las finanzas públicas y los servicios sociales y ha permitido que Noruega tenga el tercer PIB per cápita más elevado del mundo.
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