Ayacucho: al rescate del bosque de Titankayoc y la puya Raimondi

Dada la amenaza constante de la quema sistemática en la zona, el Gobierno Regional de Ayacucho, Cáritas y el Fondo Ítalo Peruano se han propuesto rescatar esta majestuosa especie y convertir a Titankayoc en un Área de Conservación Regional.

Después de una caminata de casi hora y media sobre los 4.600 metros de altura, uno llega a creer que es el fin. Sin embargo, cuando lo que nos espera en la parte más alta de la montaña es un impresionante bosque de puyas Raimondi, las fuerzas otra vez nos acompañan. Hay que decirlo de arranque: llegar al Titankayoc –10 mil hectáreas pobladas por la majestuosa planta que lleva el nombre del estudioso italiano– vale la pena pese al inmenso esfuerzo.

Saliendo de la ciudad de Huamanga se debe tomar la ruta que va hacia Andahuaylas. El tramo, antes afirmado, está ahora en pleno proceso de asfaltado. Después de una hora de recorrido (y parando a comer unos estupendos chicharrones en Condorcocca), el camino se bifurca y uno debe seguir por el tramo –este sí, únicamente afirmado– que conduce al pueblo de Vischongo, en el distrito de Vilcashuamán. Una hora y media después de salir de Huamanga se llega a la localidad de Chanchayllo (3.600 m.s.n.m.), primer punto obligado para quienes desean conocer la situación real de la puya Raimondi en nuestro país. A primera vista, el paisaje del bosque de puyas de Chanchayllo resulta espectacular: cientos de ejemplares de hasta doce metros de alto se elevan imponentes sobre las laderas de la montaña. Sin embargo, al acercarse, uno se percata de que casi la mitad de las titankas –nombre quechua con el que se le conoce a las puyas– están quemadas. De muchas de ellas solo quedan restos carbonizados en el piso.

Llamen a los bomberos
La quema de puyas –ya sea parcial o total– es una actividad que se realiza de manera sistemática en la puna peruana. No hay rincón del bosque que no haya sido atacado; ni siquiera las plantas que crecen en la misma punta del cerro –a más de 4.600 metros de altura– se salvan. Las razones son diversas. "El tallo de la puya Raimondi está rodeado de hojas llenas de espinas que se curvan hacia la base", explica el ingeniero Walter Ascarza, de Cáritas Ayacucho. "Cuando los pobladores llevan a sus animales a pastar, muchos de estos quedan atrapados entre las púas y mueren". La imagen de ovejas y carneros ensangrentados y enredados en la planta provocó el mito andino que decía que las puyas Raimondi eran plantas carnívoras. De esa creencia queda actualmente solo el recuerdo, pero sí persiste la quema de la parte baja de la planta (aproximadamente dos metros) para que los animales no se lastimen con sus hojas.

El quemado y la tala se dan, también, por los requerimientos de ampliación de fronteras agrícolas. Buscando aumentar sus terrenos de cultivo, los comuneros arrasan con lo que se les ponga al frente, obviamente, incluyendo a las puyas. Aunque sea difícil de creer, otra de las grandes amenazas para la puya Raimondi es el eucalipto. "Los pobladores queman y matan a las puyas para, en su lugar, plantar eucaliptos, una especie exótica que no pertenece a este ecosistema pero que les da madera, leña y protección contra los vientos", sostiene el ingeniero Ascarza.

La quema de titankas está tan aceptada entre los comuneros que incluso hay los que creen que "cuando uno les prende fuego en la parte de abajo crecen más altas. Si no, se quedan chiquititas las puyas", como dice Raida Barzola Ayak vecina de Chanchayllo. Esto, por cierto, ha sido desmentido por estudios botánicos.

Al caminar dentro del bosque de Chanchayllo –en el distrito de Chiara– se puede ver que al lado de las titankas carbonizadas se levantan pequeños eucaliptos recién plantados. Lo cierto es que, por momentos, da la impresión de estar en medio de un cementerio de puyas. Un poco más allá, sin embargo, dos de estas fascinantes plantas animan el panorama: están en plena etapa de florecimiento. Las puyas Raimondi viven entre 80 y 100 años y florecen solo una vez antes de morir. Sobre lo que parece un gran racimo de ocho metros crecen más de 33 mil florecillas blancas con más de 40 millones de semillas. Volando alrededor de estos gigantes y sacando hasta la última gota de néctar, se puede ver a un par de picaflores gigantes (de unos 30 centímetros cada uno). Pero aún falta por verse lo mejor.

Puyas en flor
A media hora de Chanchayllo está la comunidad de Vischongo (3.140 m.s.n.m.), un pueblito que, además de ser la puerta de entrada para el otro bosque de puyas, el Titankayoc, comercializa excelentes tunas y nísperos. Es preferible hacer la excursión al bosque temprano por la mañana, por lo que pasar una noche en los albergues que Cáritas Ayacucho ha acondicionado en Vischongo o en la comunidad vecina de Pomacocha es lo más recomendable. Desde Vischongo hay un estrecho camino que trepa el cerro colindante con el pueblo y que, quince minutos después, desemboca en la puerta del bosque. Desde este punto, a casi 4.200 metros de altura, solo queda caminar.

La primera parte del camino es alentadora, pues nos lleva montaña abajo. Después de cruzar un riachuelo, comienza lo difícil: subir el Ambrancaychayocc hasta pasar los 4.600 m.s.n.m. Perderse es imposible: el camino de tierra está bien señalizado y por partes hay hasta unas escaleras de piedra. La subida toma, más o menos, una hora y media –depende de cómo se ande físicamente–. Mientras se avanza en la subida, las puyas comienzan a aparecer, primero esporádicamente y, luego, rodeándolo todo. Uno llega a la cima casi sin aliento y, al ver el paisaje que lo espera, se demora aun más en recuperarlo. Hay titankas gigantes hasta donde la vista llega a distinguir. A diferencia de las puyas totalmente carbonizadas de Chanchayllo, las de Titankayoc están solo quemadas en la parte baja para evitar que el ganado ovino se enrede, por lo que es más fácil trabajar a favor de su conservación.

Área de conservación
Para detener la depredación sistemática de puyas Raimondi, el Gobierno Regional de Ayacucho, Cáritas Ayacucho y el Fondo Ítalo Peruano han desarrollado el Proyecto Conservación y manejo sostenible de la biodiversidad y fomento de ecoturismo en las comunidades campesinas de Chiara y Vischongo. ¿El objetivo principal? Lograr que el bosque de puyas sea reconocido como Área de Conservación Regional. "Si llega a recibir esta categoría, el bosque estaría protegido legalmente por la Constitución para mantener su biodiversidad", explica Cristina Miranda, consultora en temas medioambientales. El Estado otorgaría, además, un presupuesto anual destinado a proteger y mejorar el Área de Conservación. "Con ese dinero planeamos tener guardabosques que eviten la quema de puyas, aumentar la señalización y mejorar los caminos para facilitar la visita de turistas", dice Miranda.

Actualmente, el proyecto está siendo analizado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNAMP) para su aprobación. Sin embargo, no solo en trámites técnicos hay que trabajar dentro del proyecto. "El problema con las personas que viven cerca al bosque –y que son las que, efectivamente, queman las puyas– es que no ven qué beneficios les puede traer el hecho de conservar las titankas", dice Iván Yauli, uno de los responsables del proyecto de parte de Cáritas. Y es que es lógico: no ganan terreno para sus cultivos, no consiguen tanta madera y sus animales pueden resultar heridos.

¿Qué obtienen entonces a cambio de cuidar las puyas? "Lo que venimos haciendo es mostrarles a las comunidades que conservar la biodiversidad del bosque sí es algo bueno para ellos. El ecoturismo es una gran oportunidad de desarrollo sostenible para la gente que vive aquí", señala Yauli. Desde el año pasado se vienen realizando talleres de sensibilización y capacitación con las comunidades vecinas, charlas dentro de los colegios y hasta concursos de dibujo y pintura sobre la puya Raimondi.

Además, se han implementado albergues ecoturísticos (uno en Chanchayllo, otro en Vischongo y un tercero en Pomacocha) administrados por las Asociaciones de Mujeres Emprendedoras de cada localidad. Si bien no se trata de hoteles cinco estrellas, en los albergues se duerme muy bien –gracias a ese silencio campestre del cual los habitantes de la ciudad nos hemos olvidado– y se come como los dioses, tanto en cantidad como en calidad. Dentro del menú están la puca picante, el caldo de cabeza de cordero o gallina, la quinua y la trucha frita. Raida Barzola demuestra que las Mujeres Emprendedoras la tienen clara: "nosotras queremos que nuestro albergue esté llenecito de gente que venga a ver las puyas. Por eso, después de las charlas, ya no estamos quemando y hasta agarramos las semillas y las plantamos". Un nuevo futuro puede florecer para las puyas.

Turismo de altura
Biodiversidad e historia alrededor de Titankayoc

El ecoturismo y la visita a los bosques de puyas puede complementarse con un poco de turismo histórico. A solo media hora de Vischongo está Vilcashuamán, un pueblo que tiene un centro arqueológico inca en medio de sus calles: a una cuadra de la plaza central está uno de los últimos ushnu del país –una pirámide rectangular hecha de piedra en la que celebraba ceremonias el mismo Inca–. Además, la catedral de Vilcashuamán ha sido construida sobre un templo incaico (tal como sucedió con el Coricancha en el Cusco). A media hora de caminata desde este lugar está otro de los atractivos de la zona: los baños de Intihuatana, donde además se puede observar la piedra de los 17 ángulos.

Planta récord
Peculiaridades de la puya Raimondi

La puya Raimondi es una bromeliácea que únicamente crece en alturas mayores a los 3.000 m.s.n.m. Fue descubierta y estudiada por el naturista italiano Antonio Raimondi durante la primera mitad del siglo XIX –por eso lleva su nombre– y fue él quien la bautizó como la reina de los Andes del Perú. La titanka es la planta más longeva, la que da más flores y la que da más semillas de todo el mundo. "Crece solo en el Perú y Bolivia, aunque se podría decir que es mayoritariamente peruana, pues existen 27 parques a nivel nacional y en Bolivia solo dos", cuenta Iván Yauli.

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